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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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21-08-2014

 

 

Uruguay

Los intelectuales en retirada

 

SURda

Opinión

 

Fernando Moyano

 

Graciela Bianchi:  Los cargos en la educación se repartían entre en MPP y el PCU, los no afiliados quedamos fuera.  
Luis Garibaldi:   No habrá sido tan así porque tú ocupaste varios cargos.  .. 
Graciela Bianchi   :  ¡Pero siempre de secretaria!!!!!  

Hablando se entiende la gente. Eso que citamos es de un debate en “Sonia entrevista”, el 6 de agosto.

 

En esta nota quiero empezar a abordar  algunos aspectos de la situación político-social que van apareciendo en la campaña electoral  , y que (y es lo menos importante) pueden explicar las “putas cifras” que tanto preocupan a algunos. Importa más comprender las cosas que están  detrás de las cifras.

Hoy tomaremos uno de esos temas, ya que hay varios. El título elegido es una broma de alguien con manía por los clásicos marxistas, más apropiado sería decir  los burócratas pequeño-burgueses en retirada. Nuestro tema hoy es el  cambio en la relación del Frente Amplio con la pequeño-burguesía.

Muchas veces escuchamos repetidas quejas contra la ineptitud e incluso estupidez de la gente que fue promovida a los cargos directivos en la educación por los gobiernos frentistas, descartando tantas personas calificadas e inteligentes que podrían haberlos ocupado, y quedaban por debajo de esos inútiles puestos a dedo. Pero es la primera vez que oigo que esto termina en “  no me dejan trepar a mí ”.

Graciela Bianchi ocupó, cierto es, varios cargos; siendo directora de un liceo público tuvo un conflicto muy sonado con las autoridades de Secundaria. Pero tan huérfana de apoyo político no andaba si el vice Danilo Astori salió a respaldarla. Ahora se postula al senado en la lista de Lacalle, del que es asesora en materia educativa. Como sabemos, la propuesta de Lacalle en esa área es la “solución chilena”.

Cuando aquel episodio, dijo: “Hay en el gobierno como una pequeña burguesía de burócratas bastante mediocres que no quieren volver al 106, a la Playa Ramírez ni a veranear en Las Toscas, ni bajarse de los autos oficiales y quedarse sin choferes... estas majugas quieren el poder para defender una situación de privilegio personal.”  (  htt   p://www.subrayado.com.uy/Site/News.aspx?Nid=9516 )

Dos preguntas uno puede hacerse. ¿Cómo logra percibir tan claramente la impronta de clase del gobierno frentista? Y ¿por qué tanta bronca?

Lo primero es simple, Graciela se hizo una sincera introspección. Y lo otro, ahora queda claro.

De la misma forma en que agregamos elementos para definir el perfil de un país diciendo cuantos médicos tiene por millón de habitantes, cuantos ingenieros, maestros, o escuelas o camas de hospital, y lo mismo con signo contrario, cuantos militares o cuantos niños muertos en la primera infancia, también podríamos medirlo según cuantos intelectuales carreristas cada millón de habitantes. Claro está, esto habría que combinarlo con otros índices, como ser cuantos puntos del PBI se destinan a educación, o a Investigación y Desarrollo.

Haciendo así las cosas probablemente veamos que Uruguay puede tener muchos intelectuales con aspiraciones a ocupar lugares en el aparato del Estado o instituciones académicas u ONGs o similares, pero el país destina  pocos recursos   a crear esos lugares. Los que, teóricamente, no estarían destinados simplemente a dar empleo a esa gente, sino a determinadas  funciones sociales   que van, o deberían ir, MÁS ALLÁ de los lugares mismos. La sociedad  costea a un intelectual (funcionario, académico, docente, investigador, gestor, abogado, cura, etc.) para obtener un  provecho social de su trabajo.

Uruguay es un país que invierte  muy poco   en educación en relación al provecho social que se debería esperar de la educación,  muy poco   en salud en relación al resultado final en términos de salud de todos, y así sucesivamente.

Pero si medimos esto  no por los resultados finales sino por el  engorde colateral, encontraremos un panorama muy diferente.

El hecho es que Uruguay gasta  MUCHO   en los escalones medios y superiores de los aparatos de gestión de esos servicios sociales (o sin ninguna función social en absoluto, como lo que se gasta en los escalones superiores de las fuerzas armadas y en toda su infraestructura y equipamiento), incluyendo los parásitos privados adscritos a esos servicios como ser empresas contratistas o proveedoras. No hay recursos para alimentar los sueldos docentes, pero los “expertos” de la reforma Rama y su continuación se la llevaron en carretilla. (Tan solo por citar un caso, Renato Operti acumuló un millón de dólares en sucesivos contratos).

Cuando en estas áreas se habla de “pagar por resultados” habría que comenzar por esos estamentos de la tecnocracia. Siguiendo con el ejemplo de las fuerzas armadas, el país gasta un dineral sin ganar ninguna batalla, y lo mismo puede decirse aplicando este símil a todas las batallas. En salud o educación se manda al combate un ejército de soldados con sueldos de hambre y mal armados, dirigidos por una oficialidad sobre-extendida que se come todos los recursos en forma directa o indirecta (o sea, también por desviación de recursos a su periferia de parásitos privados, que muchas veces son del mismo ambiente social de donde provienen estos “oficiales”, o cuadros jerárquicos de funcionarios).

Veamos por analogía y contraste. Haití es un país que recibe recursos para asistencia humanitaria, la mayor parte de ese presupuesto se queda en los circuito de las ONGs y solo migajas llegan al supuesto destino de fines sociales. En Haití, ese circuito de ONGs tiene una gran proporción de cuadros extranjeros.

Y en eso somos diferentes, nuestro país no necesita  importar  intelectuales carreristas porque alcanzan y sobran, tiene para  exportar. Lo que no tiene (o podría tener pero nos los aplica) son los  recursos   para la infraestructura, la logística y los insumos de esos servicios.

¿Por qué no los tiene, o por qué no los aplica?

En el modo de producción capitalista, la rentabilidad de servicios sociales como salud y educación depende en última instancia de la  productividad del trabajo, que es lo que determina qué tan rentable es la inversión en  MANTENIMIENTO   y  CALIFICACIÓN   de la fuerza de trabajo. En un país industrial de alta tecnología y utilización plena de la capacidad instalada  sale muy cara   cada hora de trabajo perdida, y es un desperdicio dejar al trabajador  sin formación, o sin la posibilidad de aplicar su formación en el trabajo.

Pero en un país de  baja   industrialización y siendo su poca industria  liviana y atrasada, en un país  agro-exportador   productor de bienes primarios y de utilización  extensiva   de la tierra sin alta generación de empleo, o de empleo  no calificado, no logrará nunca extraerse  una diferencia de valor sustancial   de su hora de “trabajo tipo” por más que haya inversión en salud, educación, y otros servicios sociales. Y entonces no la hay.

Un caso ilustrativo presente en estos días, especialmente dramático:  el ébola  es una enfermedad mortal y contagiosa, no se conoce cura. Pero el contagio es por contacto directo y sus focos están en bolsones de pobreza extrema en el mundo, con confinar a esa población alcanza. Y “no hay mercado” para investigar y desarrollar medicamentos apropiados,  no vale la pena   invertir para evitar muertes que, después de todo, las estadísticas demuestran se van a producir igual y a corto tiempo por alguna otra causa. Y por encima de todo el tiempo de sobrevida que se agregaría es tiempo  poco productivo   en términos de valor.

Pero Uruguay no es Haití ni tampoco es Brasil. Aquí los gestores son más grandes que la gestión. Es uno de los “logros” del Uruguay Batllista, en el que estos sectores sociales intermedios (ubicados entre las clases polares de la sociedad capitalista) cobraron una dimensión relativamente grande para poder ser uno de los elementos del colchón amortiguador de las lucha social. Esto llevó a la  hipertrofia burocrátrica   que nos caracteriza y de la cual el país no puede desprenderse porque es parte constitutiva de esta forma específica del régimen de dominación,  la sociedad amortiguadora.

No habrá “reforma del estado” que pueda eliminar eso, porque como dijimos es parte constitutiva del régimen de dominación. Al punto que el aparato de gestión burocrática (con su periferia parasitaria) sobrevive a la muerte de su objeto de gestión y pasa a ser  “gestor de nada” , o casi nada como puede verse en caso de AFE.

Pese a esto, la evolución o “modernización” de este estamento burocrático es inevitable.

Conrado Ramos fue sub-director de la OPP bajo Tabaré, se peleó con Mujica por lo del “doble equipo económico” y se fue en 2010, ahora es el candidato a vice por el Partido “Independiente”. Como Bianchi, es un representante de este sector de tecnocracia carrerista, y en este caso un portavoz más claro de su ideología.

Su programa explícito es la “  linea divisoria  ” entre políticos y técnicos, que los mandos medios del aparato del Estado sean cuestión  “meritocrática”  y no política, es decir que no sean cargos de confianza. Meritocrático  quiere acá decir  carrerista, porque si fuésemos a “medir por resultados” es muy claro que estos elementos han tenido un desempeño calamitoso.

El argumento que maneja es la  profesionalización, la gestión políticamente neutra. De acuerdo a esto la política es irrelevante, da lo mismo el partido que esté en el gobierno y si no hay ninguno mejor. Los programas no interesan, el mejor programa es no tener programa, quedarse en un plan tecnocrático porque otra cosa no se necesita,  todo es problema de gestión   .

Es la “burocracia weberiana” de que habla la academia sin preocuparse en poner esa teoría contra los hechos, porque la historia reciente no ha mostrado eficacia burocrática en resolver los graves problemas de nuestro mundo, que fuera de toda duda son problemas políticos y requieren soluciones políticas.

Pero esta nota no es para discutir esas ideas, es para identificar su origen social y su  movilidad política.

El Frente llegó al gobierno apoyado en un movimiento social policlasista, pero con una “horqueta bifurcada”. La base social del  electorado mayoritario   es el  pobrerío   del pais, pero la  base social de su aparato partidario   es principalmente la “pequeño-burguesía moderna” o pequeño-burguesía burocrática.

Más complejo aún, el aparato partidario frentista tiene a su vez su propia horqueta, ya que su burocracia tiene dos sectores aunque de diferenciación difusa, la burocracia  obrera   tradicional (burocracia política y sindical que todos conocemos) y la burocracia  tecnocrática   estatal y para-estatal de impronta pequeño-burguesa. En su referencia ideológica y sus tradiciones son también diferentes, la tendencia socialdemócrata y populista “ortodoxa”, y la tendencia social-liberal “renovadora”.

Con la implantación débil del capitalismo en el país (capitalismo “sin sector I” o “capitalismo liviano”) no hay un tajo o fosa social entre la clase trabajadora y la pequeño-burguesía (que si la hay en otros países) sino una relativa interpenetración social y cultural, hibridez familiar, rotación, inestabilidad económica. Una clase obrera “apequeñoburguesada” y una pequeño-burguesía “proletarizada”. Obviamente, este carácter difuso y rotativo es mayor en las respectivas burocracias politico-partidarias que representan esos sectores sociales.

Por eso, y porque estos sectores burocráticos han hecho molde ambos por igual bajo la hegemonía programática burguesa de la conciliación de clases, y sobre todo porque  el ascenso del Frente y su llegada al gobierno fue una situación expansiva para todos (y por lo tanto sirve más colaborar entre sí que pelearse, conquistar terreno para repartirlo luego), es que en ese período de ascenso hubo un relativo “consenso” entre los sectores del Frente.

El sector que podemos llamar  tecnocrático  por su base social, o “renovador” por el nombre que se dan a sí mismos en el plano político, pudo tener sin muchas tensiones un papel  conductor   en ese período expansivo, en que el Frente  se transformó políticamente, y  llegó al gobierno. Dos cosas que ocurrieron una de la mano de la otra, pero que son conceptualmente diferentes.

El Frente pasó, de ser un  FRENTE   “coalición y movimiento” entre distintas fuerzas políticas bajo  hegemonía socialdemócrata (fuese socialdemocracia en sentido corriente o socialdemocracia post-estalinista) pero pluralista y tolerante bajo esa hegemonía, a ser un  PARTIDO SOCIAL-LIBERAL   verticalista y autoritario, con régimen de “mano de yeso”.

La tendencia de “izquierda renovadora” fue la forma que adoptó el primer movimiento político en la expresión de esta burocracia pequeñoburguesa,  el cruce del puente programático dentro del mismo partido.

Esa transformación política fue estrictamente necesaria para que el Frente pudiese acceder al gobierno, expresada en el “aprender a gobernar” de Seregni. La “izquierda renovadora” pudo liderar esta transformación y doblegar las resistencias interiores debido a la naturaleza burocrática e inconsecuente (cada una a su modo) de  todas   las fracciones políticas de oposición interna a ese viraje, y a la zanahoria   del acceso al gobierno que podía ofrecer al conjunto. Las burocracias menores de las distintas fracciones estaban dispuestas a vender concesiones políticas, y al mismo tiempo había una moneda con qué comprarlas.

Gradualmente la situación ha cambiado. No vamos a entrar aquí en todo ese proceso porque nos alejaríamos mucho del objetivo de esta nota, pero nos concentraremos en cómo se dan ahora esos dos aspectos mencionados.

La “renovación” político-programática está casi agotada por dos razones: porque en términos generales ya está dada -y en lo chiquito es más difícil una coincidencia plena-, y porque la coyuntura que permitió una cierta distensión social está llegando a su fin y por lo tanto las diferencias políticas expresan esos límites, ya que hay distintas apoyaturas sociales.

A su vez también ha cambiado la forma en que la burocracia frentista se nutre de los recursos del Estado.

Por un lado, con el gobierno de Mujica vino el quiebre del manejo monopólico y ultra-centralizado de esa fuente de recursos; Mujica más bien expresó (aunque también lideró) una “pluralización” inevitable en esa forma de apropiación burocrática, un “cada cual que se maneje”.

Y además, cuando el botín a repartir comienza a ser menos importante las diferencias se acentúan. Hoy este sector tecnocrático de pequeño-burguesía burocrática moderna encuentra menos rentable y conveniente pagar el precio del “consenso” frentista.

Hoy ha comenzado el cruce del puente partidario bajo el mismo programa.

Por ahora esto es un fenómeno acotado y parcial, pero en una coyuntura electoral tan delicada, tan “en el anca de un piojo”, es importante. Medirlo sobre los resultados numéricos quedará para otra vez.

Hablamos de la  pérdida de convocatoria   del Frente dentro de determinados ámbitos de pequeño-burguesía burocrática, agravada por la aparición de competidores “solventes” que tratan de captar el mismo mercado electoral con ofertas políticas en el fondo  muy parecidas   .

El intento correctivo de la campaña electoral frentista es tratar de recuperar el lenguaje obrerista y populista de la vieja socialdemocracia, que ya había sido mandado archivar.

A esta altura ya no es es muy creíble, más cuando de entrada se empezó muy mal con el ninguneo y la falta de respeto hacia la candidatura alternativa de Constanza Moreira, que por lo menos podría haber servido para mostrar un  pluralismo de balcón   sin riesgo político real. Pero ni eso fue posible porque no se puede contentar a todos y en ese momento era más importante mostrar un “fuerte liderazgo”, pese a ser anacrónico y contraproducente.

Esa pérdida de convocatoria es, como decimos, un fenómeno parcial. Pero tiene dos puntos de peligro.

En primer lugar, lo que dijimos de estar “en el anca de un piojo”. Cualquier monedita perdida es un drama. Esta pérdida de convocatoria hacia determinados sectores de la pequeño-burguesía es  UNA   (y solo una) de las explicaciones del bajón de la intención de voto frentista. La defección de algunos cuadros frentistas (por ahora unos pocos pero algunos, y eso podría ser una forma de medir el peso relativo de este factor) es la otra forma visible.

Y eso nos lleva al segundo punto de peligro. Se trata de una pérdida de convocatoria en el sector social en que el Frente recluta a sus  cuadros, no su mayoría de votos pero sí sus cuadros. Cuadros  muy mediocres   como bien lo dice Graciela mirándose al espejo, pero es lo que hay.

Una de las condiciones del triunfo del Frente es que logró atraer a toda esa majuga con un poco de comida. Resultó poca comida para demasiada majuga (por el tipo de país en que vivimos), resultó que les despertó más el hambre, resultó que ahora van por más. Pero esa convocatoria exitosa en su momento tuvo un impacto muy importante, precisamente por las características históricas que mencionamos de la sociedad uruguaya. En el régimen de dominación burgués la pequeño-burguesía es un factor de reproducción ampliada, pero mucho más en Uruguay.

Mirando más de cerca, vemos otras dificultades. Algunos cuadros emigrados pueden no ser muchos pero abren la puerta, desestimulan la fidelidad, y facilitan el reciclaje de la oposición burguesa. Muestran lo evidente, que en caso de ganar Lacalle gran parte de esa majuga incluyendo muchos que por ahora siguen en el Frente, encontrarán más práctico y rentable pasarse a la colaboración abierta con el gobierno en vez de pasar hambre en la oposición ¿y con qué objetivo?

Si esa situación se diese serían un grupo de presión interno para que  el Frente como tal   participase en un “gobierno de gran acuerdo nacional”.

Y vemos algo más, todavía. El intelectual carrerista frentista que viene a dar la cara no tiene muchos argumentos para contestarle al otro intelectual carrerista que hoy está  en   frente   y ayer  en  el   Frente. Puede mostrar logros  generales, pero bajando a tierra, de la postal a la realidad, no puede desmentir las lagunas.

Y lo que menos puede hacer aun es confrontar el discurso “productivista” de ese intelectual renegado porque es el mismo discurso que  él, “izquierdista renovador”, ha construido, y merced al cual ha llegado al gobierno. Si los problemas no pueden arreglarse con gestión, si son problemas estructurales, entonces  ¿qué hace él en el gobierno?

 



 

 
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